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La plaza redonda
Un empresario se confiesa
Por casualidad me encuentro con el
representante de una organización empresarial valenciana. La economía,
ya se sabe, pinta mal por mucho que nuestros gobernantes se empeñen en
ver brotes verdes. Es la macroeconomía, estúpido, me dirá alguien; pero
el ciudadano medio es incapaz de discernir una brizna en el océano de
grisura e incertidumbre en el que chapotea a diario para, exhausto,
llegar a fin de mes.
El empresario no estaba, al menos el día
en que me encontré con él, mucho mejor. Desesperanzado, frustrado, casi
rabioso, se quejaba de la incapacidad de los políticos y de los de su
clase:“Estamos atomizados, incapaces de unirnos alrededor de algún
proyecto. Mira, me dijo, políticos y empresarios somos como vasos
comunicantes y lo único que estamos demostrando es nuestra mediocridad”.
Mi emprendedor acabó su decepcionada perorata con una frase que me
estremeció: “Esto es una guerra de pobres. Y a robar”. No dijo a quien
se refería, pero era inevitable pensar en la cantidad de casos que
investiga el TSJ en los que están implicados e imputados políticos y
empresarios. Corruptos y corruptores. Presuntos, claro.
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