domingo, 17 de febrero de 2013

Banqueros criminales

José María Mena
ex Fiscal Jefe de Catalunya

Es triste que los discursos que más fuerza tienen en el Congreso de los Diputados no sean los de sus líderes. Sean los que pronuncian personas normales, ajenas a la casta política. Todos hemos recordado estos días a Pilar Manjón cuando incomodó a los diputados (no a todos) preguntando a Zaplana y toda la bancada pepera que de qué se reían, cuando ella hablaba de su hijo asesinado. Otra mujer, Ada Colau, ha vuelto a conmover a los ciudadanos, y a incomodar a los diputados (no a todos) denunciando la actividad de las entidades financieras en el negocio de las hipotecas. Una frase suya ha inquietado particularmente, y hay quienes la han cosiderado inapropiada, excesiva y merecedora de recriminación. Se le pidió que la retirara, cosa que, naturalmente, no hizo. Luego transcribiré la frase exacta y completa, y el contexto en que se pronunció.



Pero antes, y como casi todo el mundo se ha puesto tan digno, es conveniente hacer dos puntualizaciones. La primera es la precisión técnicojurídica de las palabras crimen y criminal. La segunda, la exposición de las previsiones del Código Penal sobre las estafas, sus autores y sus penas. Tras las puntualizaciones estaremos en condiciones para analizar si las palabras de Ada Colau deben ser recriminadas o no.

Las palabras crimen y criminal
Dice la Real Academia de la Lengua que crimen equivale a delito grave, o a acción indebida y reprensible . En su tercera acepción es la acción voluntaria de matar. Criminal es lo perteneciente o relativo al crimen, o la persona que lo ha cometido o procurado cometerlo. Otra acepción se refiere la las leyes que regulan lo relacionado con el crimen. Nuestra más que centenaria Ley de Enjuiciamiento Criminal es un buen ejemplo  del uso ordinario, cotidiano, de esta acepción. Ya uno de los padres del derecho penal moderno, Cesare Bonesana, marqués de Beccaría, en 1764, hablaba de crímenes, como delitos graves (De los delitos y las penas, Cap. VIII. “De la división de los delitos”).
Decir de alguien que es criminal, por lo tanto, no es, necesariamente, llamarle homicida o asesino. Es atribuirle la comisión de cualquier delito grave.

Las estafas
Dice el artículo 248 del Código Penal que cometen estafa los que, con ánimo de lucro, utilizan engaño bastante para producir error en otro, induciéndole a realizar un acto de disposición en perjuicio propio o ajeno.
Cuando la estafa recaiga sobre vivienda o bienes de primera necesidad, y revista especial gravedad atendida la situación económica en que se deje a la víctima o su familia, la pena imponible es de cuatro a ocho años. (Artículo 150). Si la estafa afecta a una generalidad de personas y es de notoria gravedad, cifrada en más de 50000 €, la pena puede llegar a los doce años de prisión. (Artículo 74.2).
Las personas jurídicas, es decir, los bancos, las entidades financieras, etc., pueden ser responsables penales directos, y se les puede imponer penas de multa, y de disolución, suspensión, clausura de locales, intervención judicial, y otras, si, valiéndose de la entidad, sus representantes o directivos cometen delitos de estafa. A parte de la pena de cárcel que a estos les corresponda.
Vistas las penas que corresponden a las estafas planeadas y ejecutadas contra una generalidad de víctimas, en relación con su vivienda, es claro que tales conductas son delitos graves. Son conductas criminales.

Las palabras de Ada Colau
Aún a riesgo de extenderme con exceso, deberé transcribir las frases completas, aunque el discurso completo puede oírse y leerse en Internet. En el Congreso de los Diputados dijo que el sobreendeudamiento aparecía como única opción para acceder a ese bien de primera necesidad que es la vivienda. Dijo que esa opción fue estimulada por las políticas públicas mediante la desregularización del alquiler, y la desgravación de la compra, con la negación de la existencia de la burbuja inmobiliaria, y la afirmación de que la vivienda era una inversión segura. Dijo que las entidades financieras ofrecían hipotecas a través de contratos de adhesión, con cláusulas abusivas, y con hipotecas con precios sobrevalorados por tasadoras que imponían las entidades financieras. Dijo que nadie  advertía a las víctimas de estos contratos leoninos sobre las consecuencias legales extracontractuales de su contratación, o sea, que corrían el riesgo de perder la casa y conservar la deuda, tras el desahucio.
Entonces es cuando dijo: Se les está dando demasiado crédito –valga la ironía- a los representantes de las entidades financieras… que han dicho que la ley española es estupenda. ¡Cómo pueden decir eso cuando hay personas que se están quitando la vida como consecuencia de esta ley criminal! Este señor (un representante de las entidades financieras que habló inmediatamente antes que Ada Colau) es un criminal y como tal deberían tratarle. No es un experto. Los representantes de las entidades financieras han causado el problema, son los que han arruinado la economía entera del país, y a esos señores ustedes les siguen llamando todavía expertos.
La descripción de la estafa es diáfana. Se ha inducido a millones de personas a realizar un acto de disposición, el mayor de su vida generalmente, mediante el engaño de unos contratos de adhesión en que no cabe la discusión ni la negociación, con unas tasaciones sobredimensionadas, fraudulentas, con cláusulas ocultas y gravísimas consecuencias futuras silenciadas. El engaño es evidente. El ánimo de lucro de las entidades financieras no admite discusión, y el perjuicio para una generalidad de personas tampoco. Y es evidente que los representantes de la entidad, y esta misma, deben responder por ello.
Se podrá discutir si debió acompañar su acusación con la ritual fórmula de “presuntos”, y si el foro del Congreso era lugar idóneo para la denuncia. La oradora no era, desde luego, diputada. Pero hablaba en y para las Cortes. Sería bochornoso que se pretendiera una limitación a su libertad de expresión, realizando afirmaciones imprescindibles en el hilo de su discurso, por arriesgadas y crudas que aparezcan.
Ada Colau describió una estafa monstruosa, generadora de un cúmulo de empobrecimientos y  desgracias sin límite. Sus palabras deben ser aplaudidas, y no recriminadas. Hirió, pero no mintió.

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